Miedo: una batalla -posible- por la libertad
- Abner Vélez Ortiz
- Mar 14, 2017
- 5 min read
¿Seriamos más felices si no tuviéramos miedo?

Crecí en un hogar donde el temor era parte de la dinámica diaria de vida. La demanda de perfección y pulcritud me persiguió por años y para sobrevivir a la voracidad de esta habría que ser un chico de calificaciones perfectas, vestimenta y peinado correcto -aunque siempre me las pasé por el arco del triunfo-, calladito te ves más bonito, y cualquier movimiento en falso podría significar la golpiza de la semana (hoy ya no tengo temor en decir que sí, sufrí maltrato infantil, soy superviviente a esas personas locas que no son padres y cuya existencia radica en el objetivo de golpear niños y abusan de ellos emocionalmente).
A medida que fui creciendo las amenazas de un futuro escabroso -o mortal- tomaban forma. Desde mi elección a la hora de vestirme era criticado: "esos tenis no porque los skatos los usan y ellos son vándalos y si te agarran en la calle haciendo desmanes ni creas que voy a ir a dar la cara por ti", me decían. Evidentemente, mis relaciones amistosas también eran objeto de escrutinio, ¡nadie era mi amigo!, creo que por eso, a la fecha, soy de pocos amigos. Y bueno, de relaciones amorosas ni se diga, mi pareja prácticamente tenía que ser pre-aprobada porque era imposible que un niño bien como yo llevaría a cualquier muchachita a la casa y uuuy, cuidado con andar teniendo relaciones sexuales, porque si no embarazaba a alguien, me daba una ETS... la primera y última vez que escuché el "sabio" consejo, ella me puso el cuerno y se embarazó. Me rompió el corazón, obviamente -¡hola, Yoli!-.
Mi generación necesita de un montón de soñadores radicales, sin miedo

Era claro que una cosa me iba a llevar a otra y así, en un ambiente de reprensión tuve que silenciar deseos, sueños y gustos para aparentar ser quien no era. No soy maestro porque me dijeron que me iba a morir de hambre -a cambio, no soy abogado porque ese no era mi sueño-. No toco ningún instrumento musical porque me dijeron que no servía de nada -a cambio, canto y creo que no lo hago tan mal-. Me apena un poco mi cuerpo porque me dijeron que no era sexi -a cambio... bueno, no soy estúpido y sensual pero me gusto, aún gordo-. En fin, no soy ni hago muchas cosas a consecuencia de vivir temeroso de todo, una lucha estúpida que, aunque se diga que es "por tu bien", tiene el potencial de ser agua que apague tu incendio.
A mi consideración, vivimos en una sociedad represora que nos miente y atemoriza para estar encerrados, para cuidar en todo tiempo de uno mismo -que no está mal- y vivir siempre pendiente de que el otro (la sociedad) no intente o abuse de nosotros. Parece que no hay salida, y aunque mi generación se escude y sea señalada como la del "me vale gorro", la realidad es que vivimos aterrado de todo y de todos: no nos comprometemos en nuestras relaciones amorosas, cambiamos de trabajos como si fueran calzones y nos aterra buscar algo más allá, como emprender. Tenemos tanto miedo al mañana que evadimos nuestras responsabilidades de ahorrar, tanto que el día que seamos viejos no habrá dinero para mantenernos... y si no tenemos hijos que nos den una mano pues... .
Todo problema es la oportunidad perfecta para mejorar, aprender y emprender
El miedo tiene el poder de paralizarnos y hacernos débiles como el cristal de una copa de vino. Nos hace vivir dentro de una caja cubiertos por periódicos y arrumbados en un rincón a la espera de que las cosas sucedan porque sí, "porque me toca", sin importar el tiempo que se deba dejar pasar, sin entender que mañana será muy tarde para hacer algo, para volar.

Ese es justo el reto. Tener el valor de dejar el nido, sacudir las alas y emprender el vuelo; y bueno, es claro que probablemente en el intento nos partamos la cara, pero: 1) no vamos a vivir la experiencia por medio de otra persona que sí se atrevió y, 2) podemos levantarnos, sacudirnos el polvo, ¡incluso se vale llorar!, pero sin perder el objetivo y no dejar pasar los vientos para otra ocasión.
No puedo asegurar que todo va a estar bien porque puede que no resulte bien, ¡y es una realidad!, pero si algo he aprendido, y me han enseñado los últimos meses, es que todo problema es la oportunidad perfecta para mejorar, aprender y emprender. ¡Tenemos que quitarnos los miedos! Dejar de escuchar "consejos vacíos", dejar de pensar en el error y cagarla si es necesario. Probar los "hubiera" antes de plantearlos y vivirlos como una experiencia mágica, única, intensa.
Con risa, casi burla, recuerdo que me gustaba rayarme las manos como si fueran tatuajes y mi papá -y su esposa- me decían que solo los presidiarios lo hacían y, además, eran malas personas. Hoy, al filo de mis 30 años (bueno, 27.3 en realidad), he conocido a grandes y excelentes personas con rayas en sus cuerpos y cuyos corazones están llenos de bondad y pasión. Desde profesionales (en varios rubros) hasta misioneros y pastores. Así que entendí que aunque quizá me estaban protegiendo de algo por medio de un miedo, este en realidad era una mentira, y ante estas, ¡la verdad nos hace libres! Hoy tengo tres perforaciones y seis tatuajes y pues en lugar de recibir una carta de libertad bajo fianza, recibí mi título.
Ante el miedo, valentía
Mi generación necesita de un montón de soñadores radicales que creen que pueden cambiar el mundo, o bien, su realidad. Ante el miedo, valentía para experimentar, para crear y creer. Sin miedo al fracaso, pues tendrá firme en su mente y corazón, que si se cae, se puede levantar y comenzar de nuevo.
Dejemos de lloriquear en los rincones y reconstruyamos los sueños rotos. Volvamos a creer, a tener esperanza.
PITUFRESAS
* Por última vez dejé que me sorprendiera el sentimiento de abandono y lo convertí en gozo (y un poco de burla). Aunque para ser honesto es triste saber que una persona está tan llena de miedo a estar solo que se permite ser sometido, humillado y controlado por otra persona, también me da un poco de "gusto" -por decirlo de alguna forma- saber que a la larga sí hay cosas que se pagan en vida... de cualquier forma, gracias... supongo.
* Ya que tocamos el punto, creo que hoy puedo decir que he vencido mi mayor temor: estar solo. Es complicado, a veces cala -y sí, también duele-, pero con el tiempo lo disfrutas y aprendes a disfrutar de tu compañía, del silencio, los ruidos y los olores, jajaja... te conoces y te enamoras realmente de ti mismo. Si Dios, el destino, el karma me llevan a la soledad, creo firmemente que no moriría... de entrada porque no habría quien pasara sobre mi al tirarme para hacer drama.
* En la locura, me decidí por un programa académico de posgrado. Ya vendré a quejarme amargamente del proceso, mientras tanto, ¡estoy muy emocionado!
* Hay un fuego muy intenso en mi que arde , que no puedo apagar... ya les contaré el plan más adelante.
Comments